Desde un chalet suizo -con licor e interiores atrapantes- hasta chorizo libanense con sabor a paraíso -éste último los fines de semana- son algunas de las maravillas para disfrutar en este corredor turístico tolimense donde la paz es el principal componente del aire que por allí cruza. Digamos que, el turista no se va a encontrar con sitios rimbombantes, ni postizos, menos costosos, sino que se va a reencontrar con la Colombia de a pie, con el lugareño que se va a sentar a su lado y le va a contar las ventajas de tomar aguapanela. Esto en un sitial tolimense que se da el lujo de contar con el mejor colegio público del municipio de Alvarado Tolima: el Luis Carlos Galán Sarmiento.
El comer en una casa común y silvestre, donde entran campesinos a negociar racimos de plátanos o el transportador afable quien lleva o trae ganado de Anzoátegui, hace de un compartir frente alrededor de una mesa, un momento bien "colombiano". De seguro el centro poblado de Veracruz, así como en la vecina vereda de Totarito, en donde los almuerzos se consiguen en casas de familia dirigidas por matronas adorables y en donde se encuentra una central de mieles desde donde se exporta panela a los Estados Juntos, es atrapante sin ser ostentoso debido a la sencillez y naturalidad de su diario vivir.
¡Y del clima, mejor ni hablar! Si piensa en este momento en la temperatura más agradable, esa es la de estos poblados que, si no estoy mal hicieron o hacen parte de un corredor turístico tolimense conocido como la ruta dulce, si mal no recuerdo.
Punto aparte merece la panadería de Veracruz, donde se experimentan con nuevos sabores y formas, siendo constantemente llevada su producción a ciudades y municipios varios de la geografía tolimense.
En cuanto a la vía de acceso, se sabe, de fuentes de alta fidelidad de la Gobernación del Tolima, que en Mintransporte un proyecto por 20 mil millones de pesos para el arreglo de la carretera sigue esperando ser aprobado. ¡Se siguen haciendo plegarias desde la región para que suceda el milagro del siglo y se inicie una bendita licitación para dar nueva vida al carreteable de esta sección del Tolima, el cual termina en el municipio de Anzoátegui!
Es motivo de éxtasis total el estar en un sitio normalito, en donde no lo miran a uno con cara de desconfianza, ni están pendientes si uno lleva ropa de marca o huele a loción de 500 lucas. Si, mucha alegría causa el poder moverse a sus anchas en un sitio que no se ve atiborrado de personas y en donde se puede disfrutar de un juego de la rana mientras se degustan unos envueltos -subidos les decían en mi pueblo- que, junto a la panela, debería ser exportados también o ser declarados patrimonios gastronómicos de la humanidad. Se liberan endorfinas seguramente ante el espectáculo de ver cruzar frente a nosotros un arriero con varias mulas cargadas y todas ellas totalmente alineadas.
Gozarse una molienda, conversar desprevenidamente con un adulto mayor sentado al borde de la carretera esperando revivir la historia y/o arreglar el país, jugar tejo, degustar un tamal recién elaborado sacado de una olla gigante, caminar de Veracruz a Totarito -a pie son máximo unos 10 minuticos- es como revivir nuestra esencia, es sentirse colombiano otra vez, es como susurrarle al alma que nos sentimos orgullosos de dejar una huella en uno de los tantos paraísos que conforman el Tolima, confeccionados por paisanos anónimos quienes nos ayudan a quererles y a querernos un poco más, sobre todo en tiempos donde el aprecio sincero, el apoyo mutuo y el interés genuino por el prójimo parecieran ya ser cosa de locos.
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